El Heraldo de los Méritos
En un mundo fracturado por la Gran Guerra y marcado por las cicatrices del Lilium, donde la historia es un arma y la verdad un tesoro, viaja una figura solitaria conocida como el Heraldo de los Méritos. No es un rey ni un general, pero su palabra puede forjar imperios y derribar tiranos. El Heraldo es el cronista errante de Lithernia, un testigo imparcial cuyo único propósito es observar, registrar y proclamar los actos que definen a los mortales, para bien o para mal. Su llegada a una ciudad es un presagio; su partida, una sentencia. Son la memoria viviente de un mundo que lucha por no olvidar el significado del honor.
Orígenes y Leyenda
La tradición del Heraldo se remonta a la Era del Primer Rey. Las Leyendas cuentan que el propio Rey Unificador designó al primer Heraldo, un sabio llamado Ovidius “la Pluma de Oro”, para que recorriera el reino unificado y registrara las grandes hazañas de sus gentes. El objetivo del Rey era que la historia no fuera solo el relato de monarcas y dioses, sino el tapiz tejido con los hilos de cada acto de valor, compasión y sacrificio. Los Heraldos eran un símbolo de unidad, su palabra era ley y su protección, sagrada.
Tras el Cataclismo del Lilium, la institución se desvaneció, pero la idea sobrevivió. En la oscuridad que siguió, la reputación se convirtió en la moneda más valiosa. Un Guerrero no era nada sin las historias de sus victorias; una comunidad no era nada sin las Leyendas de su resiliencia. Fue entonces cuando individuos de todas las razas, sintiendo el peso de la historia sobre sus hombros, tomaron el manto por su cuenta. Se convirtieron en los nuevos Heraldos, no por decreto de un rey, sino por una vocación de preservar la verdad en un mundo ahogado en mentiras.
El Rol del Heraldo
Un Heraldo de los Méritos no es un simple Bardo o un escriba. Su deber va más allá de contar historias. Son jueces de la reputación, y su método es a la vez mundano y profundamente mágico.
- El Testimonio: Un Heraldo viaja de incógnito, observando los acontecimientos de primera mano. Se infiltra en campos de batalla, se sienta en las tabernas más humildes y escucha en los salones del poder. Rara vez interviene, pues su rol es ser un espejo de las acciones del mundo.
- El Registro Arcano: Las crónicas de un Heraldo no se escriben con tinta común. Utilizando una técnica ancestral, se dice que “tejen” la esencia de un acto en el propio Tejido del Maná. Sus pergaminos, a menudo imbuidos con una gota de su propia sangre, resuenan con la verdad de lo que describen, haciendo casi imposible falsificar sus registros o negar sus proclamaciones. Este acto consume su propia energía vital, uniendo al Heraldo al destino de las historias que cuenta.
- La Proclamación: Tras reunir suficientes testimonios, el Heraldo revela su identidad y realiza la Proclamación. En la plaza de una ciudad, ante la corte de un rey o en el fragor de un campamento militar, su voz resuena con una autoridad sobrenatural. Sus palabras pueden legitimar a un líder rebelde, desenmascarar a un Noble corrupto, consagrar a un Heroes o condenar a un cobarde al ostracismo eterno.
Manifestaciones en los Reinos
La figura del Heraldo es interpretada de forma muy distinta en cada uno de los cuatro grandes reinos, reflejando sus valores y tensiones.
- En Galvorn: El Heraldo es una celebridad. Su llegada a un puerto es motivo de fiesta. Los capitanes del Consejo compiten por su atención, esperando que sus hazañas navales sean inmortalizadas. Sus proclamaciones se realizan entre cánticos marineros y rondas de ron, y las historias de héroes que proclama inspiran a nuevas generaciones de aventureros a zarpar en busca de gloria. Aquí, el Heraldo es el Heroes de la libertad y el mérito individual.
- En Valtoria: Es una figura casi sagrada. Sus crónicas son consideradas documentos históricos de valor incalculable, custodiados en la Torre de las Estrellas junto a las más grandes obras del saber enano. La Reina Valeria y el Concilio de la Montaña escuchan su juicio con reverencia, pues un Heraldo confirma si un clan ha actuado con el honor y la tradición que tanto valoran los Enanos. Su palabra es sólida como la roca de sus montañas.
- En Eldrador: Su presencia es incómoda y peligrosa. La nobleza de la “Mano de Hierro” intenta sobornarlo o manipularlo para que sus proclamaciones refuercen el rígido sistema de castas. Un Heraldo que se atreva a registrar los méritos de un Eladrin de clase baja o a exponer las intrigas de una casa Noble se convierte en un objetivo. Para las clases oprimidas, es una llama de esperanza; para la aristocracia, una amenaza al orden establecido.
- En Mor’dhul: Ser un Heraldo es una sentencia de muerte. En el reino teocrático de Sel’thirak, la única verdad es la que dicta el Rey-Dios. Un cronista independiente es un hereje. Los Heraldos que osan entrar en Mor’dhul actúan desde las sombras, aliados de rebeldes en ciudades como Cheneras o Vallas. Sus proclamaciones son grafitis anónimos que aparecen al amanecer, panfletos secretos o susurros en los mercados negros. Son cazados sin piedad por la guardia de Volrath y los espías de Xandria, pero su sacrificio inspira una resistencia silenciosa contra la tiranía.
El Heraldo y la Profecía
En la era actual, con los ecos de la Profecía del Retorno del Rey resonando por todo el mundo, el papel del Heraldo es más crucial que nunca. Si un día aparece el “Heroes elegido” para desafiar a los dioses, no será su poder el que una al mundo, sino la historia de sus actos. Será un Heraldo de los Méritos quien, arriesgando su vida, proclame la legitimidad del Heroes, quien dé testimonio de sus sacrificios y convierta a un simple mortal en un faro de esperanza para toda Lithernia.
Por ello, tanto los que anhelan el retorno del Rey como los que lo temen buscan a los Heraldos. Unos para protegerlos, otros para silenciarlos. Pues en el destino de Lithernia, la batalla final no se librará solo con espadas y magia, sino también con la verdad, y el Heraldo de los Méritos es su más valiente guardián.