El Edicto del Sin Nombre
En los anales de la justicia mortal y divina de Lithernia, no existe castigo más absoluto ni más temido que el Edicto del Sin Nombre. Más allá de la ejecución, más allá de la tortura eterna, este decreto representa la aniquilación total de la identidad. No se limita a arrebatar la vida, sino que busca borrar la existencia misma de un individuo de los registros, de la historia y, en sus formas más crueles, de la memoria colectiva. Es la pena reservada para los peores crímenes imaginables: la alta traición contra un dios o un monarca, la práctica de magia que amenaza el tejido de la realidad o la herejía que podría desmantelar los cimientos de una civilización.
El Edicto del Sin Nombre es el eco mortal del castigo infligido por los dioses al Primer Rey. Fue la Lanza Celestial Requiem, la Lanza del Olvido, la que intentó extirpar su legado del mundo, convirtiendo su nombre en un tabú y su historia en un susurro prohibido. Inspirados por este poder divino, los reinos más autoritarios de Lithernia adoptaron su propia versión del edicto, una herramienta terrible para imponer el orden y demostrar que el poder de un rey puede, al igual que el de un dios, reescribir la historia.
El Ritual del Borrado
La proclamación de un Edicto del Sin Nombre es un acto solemne y terrorífico, un ritual complejo que involucra tanto la burocracia como la magia más poderosa.
- La Sentencia: Solo las más altas autoridades pueden dictar esta condena. En Eldrador, es un privilegio exclusivo del Rey Élfico, pronunciado tras deliberación con las casas nobles más antiguas. En Mor’dhul, es el propio Rey-Dios Sel’thirak quien impone la “Condena del Olvido” como manifestación de su poder sobre la vida y la muerte.
- La Purga de Registros: Una vez dictado, heraldos y agentes reales recorren el reino para purgar toda evidencia física del condenado. Se queman crónicas, se destruyen registros de nacimiento, se rasgan árboles genealógicos y se derriban estatuas. Los artistas que crearon retratos del sentenciado son obligados a destruir sus obras, y los bardos tienen prohibido, bajo pena de muerte, cantar canciones que mencionen sus hazañas.
- El Silencio Mágico: El corazón del edicto reside en la magia. Poderosos lanzadores de Conjuros imponen un tabú arcano a gran escala. En Eldrador, los magos de la adivinación y el encantamiento tejen un “Velo del Silencio” que provoca una profunda inquietud o dolor físico a quien pronuncie el nombre prohibido. En Mor’dhul, los nigromantes del Clan Whisper pueden ir más allá, lanzando rituales que “devoran” los recuerdos vívidos asociados al nombre, dejando un vacío inquietante en la mente de sus conocidos.
- El Destino del Condenado: El individuo sentenciado rara vez es ejecutado de forma convencional. Se le considera un “eco andante”, un fantasma en vida. A menudo se le marca con un glifo mágico, el Sello del Sin Nombre, que lo despoja de su identidad a ojos de los demás. Luego es exiliado a los lugares más inhóspitos del mundo —las ruinas malditas de Mirallos, los bosques más profundos de Eldrador o las prisiones de tortura de Kromagul en Mor’dhul—, condenado a vagar sin nombre, sin pasado y sin futuro.
Aplicación en los Reinos
No todos los reinos de Lithernia emplean una medida tan extrema. Su uso es un reflejo de la cultura y los valores de cada nación.
Eldrador: Conocido como el Velo del Silencio, el edicto es la herramienta definitiva de la Mano de Hierro para preservar la pureza de sus linajes y la estabilidad aristocrática. Un Noble que conspira contra el trono o un Mago que desvela secretos prohibidos sobre los dioses puede ser “velado”. Su caída no solo lo afecta a él; su nombre es borrado de las genealogías y su casa es deshonrada, condenando a sus descendientes al exilio o a la servidumbre en las castas más bajas. Es una muerte social que persigue al linaje por generaciones.
Mor’dhul: La Condena del Olvido es una de las principales herramientas de terror de Sel’thirak. Se aplica a quienes desafían su divinidad, a los cultistas secretos del Primer Rey o a los líderes de clanes que acumulan demasiado poder. El ritual es brutal, y el destino del condenado es a menudo peor que el olvido: puede ser entregado como tributo a un dios del panteón Korogrim o transformado en un sirviente no-muerto, su alma atrapada en un cuerpo que ya no recuerda su propio nombre.
Valtoria: Los Enanos, con su profundo respeto por la historia, los ancestros y los linajes, aborrecen la idea de borrar a alguien de la historia. Su castigo más severo es el exilio y la expulsión del clan. El nombre del Criminal y sus fechorías se recuerdan deliberadamente en sus crónicas como una advertencia para las generaciones futuras.
Galvorn: En el reino marítimo, donde la libertad individual y las segundas oportunidades son valoradas, el Edicto del Sin Nombre es visto como una forma de tiranía impensable. Lo consideran una barbarie propia de Mor’dhul, contraria a todo lo que representan. El destierro o la horca son sus castigos más severos, pero incluso el pirata más infame conserva su nombre en las Leyendas y canciones de taberna.
Casos Notables y Supervivencia
A pesar de su poder, el Edicto del Sin Nombre no es infalible. La memoria es resiliente y la verdad encuentra a menudo formas de sobrevivir en susurros y símbolos.
El Archimago Velado de Eldrador: Las Leyendas de las bibliotecas secretas de Moonshadow hablan de un poderoso elfo oscuro que, hace siglos, descubrió una verdad sobre el Cataclismo del Lilium que contradecía la versión oficial de los dioses. Antes de que pudiera revelar su conocimiento, fue sometido al Velo del Silencio. Hoy, su nombre se ha perdido, pero se le conoce en círculos clandestinos como “El Sabio Despojado”. Sus teorías sobreviven en fragmentos de textos cifrados, y se dice que su fantasma aún protege su investigación, esperando a un Erudito lo suficientemente valiente como para restaurar su nombre y su verdad.
El Primer Rey: El ejemplo supremo de un “Sin Nombre” es el propio Primer Rey. Los dioses usaron su poder cósmico para intentar borrarlo de la historia, pero fracasaron. Su memoria persiste en la Profecía de su Retorno, en los corazones de los rebeldes y en el miedo de los propios dioses. Su supervivencia demuestra que ninguna fuerza, ni siquiera la divina, puede extinguir por completo una voluntad lo suficientemente poderosa o una esperanza lo suficientemente arraigada en el alma de los mortales.
Para los aventureros, el Edicto del Sin Nombre puede representar una fuente de tramas profundas. Un personaje podría llevar el Sello del Sin Nombre, luchando por recuperar su pasado. Una misión podría llevar al grupo a intentar restaurar el nombre de una figura histórica injustamente condenada, un acto que los enfrentaría al poder de todo un reino. En Lithernia, devolverle el nombre a alguien es un acto de rebelión tan poderoso como empuñar una espada, pues significa desafiar a quienes creen tener el derecho de dictar qué debe ser recordado y qué debe ser olvidado.